nadie a acompañarte baja,
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus vandas de plata,
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quien pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso,
pero con distinta agua.
Río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.